Tan sólo cinco días después de su estreno el pasado 26 de febrero, Netflix ha decidido darle una segunda temporada a Fuller House.
Sin duda se trata de una noticia que ha pillado por sorpresa a todos, ya que en portales especializados como Metacrittic o Rotten Tomatoes los usuarios le han concedido un 3.5 y un 3.2 respectivamente, mientras que en Filmaffinity llega al cinco justito.
Y no es de extrañar ya que la serie, más que ser un reboot de Padres Forzosos, se ha quedado anclada en la serie original. Con la salvedad de que en este caso, el papel de padre viudo y abnegado pasa a manos de una mujer: DJ Tanner (Candance Cameron).
Creo en la buena intención de aquellos a los que se les ocurrió la idea de hacer Fuller House, pero las cosas han cambiado mucho en 25 años (gustos televisivos incluidos). La gente ya no consume series moralistas al más puro estilo ‘La casa de la pradera’ y con gags y chistes forzados que no llevan a nada. Prefieren otro tipo de productos televisivos.
No sólo eso: parece que algunos de los actores (o por lo menos sus personajes) han querido seguir atrapados en el pasado. Que unos señores que están más cerca de los sesenta años que de los cincuenta (léase John Stamos y Dave Coulier) lleven a estas alturas de la vida un pijama del Coyote o sigan diciendo aquello de «corta el rollo» queda un poco ridículo.
Con todas estas papeletas, creo que Fuller House se va a convertir en una de las peores series de 2016. Y eso que sólo llevamos tres meses de este año.
Lo siento, Netflix. Hacéis una televisión interesante, pero os habéis equivocado en hacer la serie y en darle una segunda temporada.
P.D: Qué bien hicieron las hermanas Olsen en declinar la invitación de participar en la serie.